viernes, 8 de febrero de 2008

La contradictoria Mérida

Mérida, nuestro primer alto en la península de Yucatán, es (en apariencia) una ciudad llena de calma, de casas bajas y un sol acuciante, aún estando en pleno invierno mexicano; no obstante, durante la noche en los alrededores del zócalo, la ciudad deja caer su velo de calma y se llena de gritos de los vendedores ambulantes, de la gente que se sienta a descansar o pasa por allí, y sobre todo del canto de los pájaros; nunca había escuchado ese sonido, no sé si se debía a algo en particular, pero debo decir que quedará en mi recuerdo. Si uno se aleja del centro, la calma regresa y se pueden recorrer sus calles casi en absoluta soledad. Fue así como mis amigas y yo encontramos un barcito en el paseo Montejo en donde degustamos una sabrosa tablita mexicana (que de “tablita” no tenía nada porque traía una cantidad enorme de comida). Dejamos Mérida por la noche, sus callecitas llenas de luces nos acompañaron en la despedida.


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